Es ahora, con el paso del tiempo, cuando entiendo y acepto todo el dolor y todo aquello que no quería ni pensar. Mejor tarde que nunca dicen. Así lo he querido yo.
Esperamos demasiado de las personas y no nos damos cuenta de que hay que andar con pies de plomo por donde quiera que vayamos.
Y te sientes engañado, dolido, traicionado, y lo que más, tu orgullo y tu corazón. No encuentro palabras para describir esa sensación. Aunque me he quedado sin palabras durante mucho tiempo, intentando comprender, intentando encontrarle un sentido, como a tantas cosas, durante tanto tiempo. Un sentido, por supuesto, positivo. Pero no, no lo tiene. Realmente era todo muy simple, era yo quien lo hacía complicado, formándome mi propia realidad, o la que creaban para mi.
Sin embargo, no tengo la sensación de haber perdido el tiempo. Sí de haber hecho un esfuerzo en todos los sentidos de mi vida, de haber hecho sacrificios para nada, porque estos no han sido valorados o correspondidos. Unos sacrificios y unas decisiones que, ahora mismo, me avergüenzan más que otra cosa, porque con ellos me he decepcionado a mi y a los demás. Aunque de algunas no me arrepiento, porque me han llevado hasta donde estoy, y tengo algunas cosas por las que sentirme afortunada. Pero no he perdido el tiempo, porque he aprendido, o eso espero. Ya no me callo cuando algo me huele raro.
Así que, a pesar de todo, tengo hasta que sentirme agradecida. Me dijeron una vez que me iban a dar muchos palos en la vida. Lo que yo no sabía era que la persona que me lo dijo era quien me iba a dar el palo más grande de todos.
Y todo esto y mucho más lo pienso,
porque nadie se ha molestado en venir a decirme lo contrario.